Verso 55 Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.
….
verso 301 Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Cuán benigno a los sujetos!
¡A los bravos y dañosos,
qué león!
….
verso 337 No dejó grandes tesoros,
ni alcanzó muchas riquezas
ni vajillas;
mas hizo guerra a los moros,
ganando sus fortalezas
y sus villas;
y en las lides que venció,
muchos moros y caballos
se perdieron;
y en este oficio ganó
las rentas y los vasallos
que le dieron.
Coplas a la muerte de su padre.
Jorge Manrique.
No, no es un error tipográfico, a diferencia de Jorge Manrique no son coplas lo que yo quiero a la muerte de mi padre, son copas. Él lo habría preferido así.
Mi padre falleció hace poco más de tres meses y desde entonces he pensado no pocas veces en escribir acerca de él.
Mi padre murió en un acto de coherencia con su vida. Murió porque no quería morir de viejo, quería morir viviendo. Quería morir mucho antes de dejar de darse cuenta que se moría.
No era un tipo que bebiera la vida a sorbitos. Siempre odió los puntos medios, la templanza, los paños calientes. Siempre fue un blanco o negro. Odiaba lo gris, la vida gris, la gente gris. Supo estar orgulloso de sus blancos y soportar sus negros. Caballo de ajedrez que alterna el salto por las casillas de colores pero que nunca termina en medio de ellas. Sabía que sería una pieza sacrificada en la partida. Pertenece a esa generación del sacrificio. Esa generación que debían respeto a los padres, esa generación que creció oyendo que cuando fueran padres comerían huevos y que cuando fueron padres se dejaron el alma para que sus hijos comieran huevos todos los días.
Desafió a la vida sin saber que no se puede ganar. Pero jugó todos los días creyendo que podría hacerlo y cuando empezó a intuir que no ganaría no quiso quedarse a ver su derrota.
Creyente de su propia religión, de una chupito de coñac, de fumar hasta reventar y dejarlo antes de reventar sin ningún esfuerzo, de jornadas de 18 horas de trabajo, de una partida de mus con los amigos, de disfrutar del buen jamón y maldecir al jamón malo, de hacer las cosas con las manos, de amar a sus hijos hasta el dolor, de odiar hasta el final a los que le traicionaron, de no perdonar las graves ofensas, de ayudar a todo el que no tiene, de ser generoso sin duelo sin jactarse de ello, de inventarse su futuro como tantas veces inventaba fantasías que otros veían en las películas, de periódicos por la mañana y radio por las noches.
Así era él. Y yo le quería.
Así que ahora mientras miro una foto de él os pido a todos que me acompañéis y levantemos las copas en su honor. Dad un buen sorbo y notad como el alcohol pasa por vuestro cuerpo sin dejaros indiferentes. Notad como el calor os va recorriendo por dentro. Así era él, no dejando a nadie nunca indiferente. Yo sigo sintiendo su calor por dentro de mí.
Va por ti papá.
KM 39.5 